Dos Vidas.

Dos Vidas.Había cumplido 29 años cuando nos conocimos. Fue algo casual, como tantas otras cosas en mi vida. Estaba en una clase de yoga, después de ejercitarme en el gimnasio que está a dos calles de mi casa, cuando él, por error, se sentó en mi alfombra de yoga. Yo me acerqué y le pedí que por favor, se sentara en la suya, que estaba justo detrás de la mía.- Me he confundido. Te ofrezco mis disculpas- No pasa nada, le dije.Continuamos con los ejercicios de yoga, hasta que la entrenadora nos dijo que habíamos terminado. Dimos algunos aplausos, y nos dirigimos a darnos una ducha. Era primavera, pero sin embargo, el calor y los días más largos empezaban a hacerse presentes. Llevaba entrenando desde mis 18 años, para paliar los efectos sicológicos del acoso escolar. Luego de una pelea donde fue el otro el que llevó la peor parte, me había ganado el respeto de todos. Para mí estaba bien, aunque lo había logrado en nuestro último año.En la universidad, no tuve mayores problemas. Principalmente, me costaba compaginar mis estudios y el gimnasio, pero lo logré. Me gradué con 24 años, de manera que para ese entonces, ya llevaba 11 años de entrenamiento en mi cuerpo. Estaba cachas sin necesidad de químicos, y mi físico no demostraba la timidez con la que vivía.Entramos los hombres a las duchas y en un abrir y cerrar de ojos, el vestuario del gimnasio era un caos de músculos, sudor, cabellos, hombres velludos y hombres depilados, toallas, pechos, brazos, pollas, culos, abdominales y piernas de acero. En medio de ese caos, llegó el hombre que se había confundido en la clase de yoga.Ciertamente era un hombre de unos cincuenta años muy bien conservados. Tenía el cabello blanco, pero luego descubrí que se lo había pintado de ese color. Hombros redondeados, brazos largos, venosos y musculados, pectorales definidos con sus pezones rosados rodeados de un jardín de vellos negros, cintura definida, abdominales marcados, piernas robustas y fuertes y un sexo atractivo.Nos metimos bajo las duchas y mientras nos bañamos, cruzamos nuestras miradas un par de veces. Tenía los ojos castaños, como yo. Jabón, champú y acondicionador. Agua y salimos de las duchas. Me vestí sin saber dónde estaba él. Pensé en invitarlo a tomar algo después del gimnasio, pero no pude ubicarlo. Me vestí, retiré mi bolso y mis cosas del armario y salí del gimnasio.Lo encontré en el estacionamiento. Una goma de su coche se había vaciado. Y su móvil no tenía batería para llamar una grúa. Me ofrecí a ayudarle.- Toma, puedes llamar desde mi móvil.- Gracias, pero creo que a esta hora, mejor tomaré un taxi hasta mi casa.- Vives lejos?, le pregunté- A una hora si no hay tráfico, pero no quiero importunar. Seguro que tienes una cita al salir de aquí- No tengo nada que hacer. Es llegar a mi casa, cenar y dormir.- Yo igual. Pero tampoco quiero que te desvíes.- No importa. Sube que te llevo.- Vale. Gracias.Entró en mi coche y pusimos rumbo a su casa. Vivía en una casa de una planta en las afueras. Cuando llegamos, abrió el garaje y pude entrar con mi coche. Me invitó a tomar algo y conocer el lugar donde vivía.Tenía en la parte delantera, un jardín muy bien cuidado. En la parte interna, una cocina muy moderna, que según él dijo, apenas utilizaba. Un salón integrado con una chimenea y un comedor. Tenía 4 habitaciones y 3 baños. Una de las habitaciones era su estudio, y la otra un gimnasio para poder entrenar en casa. Hacia la parte de atrás, tenía un parrillera con un horno para hacer pizza, y una piscina. También tenía una mesa con sillas. El aire fresco de la noche nos invitaba a tomar una bebida allí, al borde de la piscina.Conversamos durante un par de horas, y mi deseo era conocer más de él. Yo trabajaba en ese momento en una empresa de contabilidad. Él, sin embargo, había encontrado su verdadera vocación en la cocina de un hotel 5 estrellas. Había recorrido el mundo, buscando lugares, ingredientes y combinaciones de sabores que fuesen desconocidos para sus clientes. Había logrado 2 estrellas Michelin, y según él mismo dijo, ya eran suficientes.Nuestros vasos se vaciaron de repente.Miré el reloj. Era hora de irme. Me puse de pie. Él me agarró la mano.- Quédate- Yo?- No lo diré dos veces?Lo miré. Él me miró y nos besamos apasionadamente. Yo tiré de su ropa y lo desnudé. Él hizo lo mismo con mi ropa. Habíamos quedado desnudos a la luz de la Luna. Yo sentía su polla cerca de la mía. Sentía sus manos recorriendo mi espalda. Yo recorría sus pechos y jugaba con sus pezones, rojos y firmes.- Vamos a mi habitación- Sí?Entramos en su habitación. Puso todo a media luz. Me acosté con las piernas flexionadas para que su penetración pudiera ser total. Estaba decidido a entregarme a él. Se puso encima de mí, y nos besamos una eternidad. Separó su boca de la mía. Y se quedó mirándome, serena, fijamente. - Eres tan hermoso- Y túApoyó sus manos en mis hombros que apenas notaron la presión de él, y se colocó un condón y lubricante. Me haló hacia el borde de la cama y me penetró. Y empezó a moverse con su ritmo de caderas. Me hizo ver las estrellas. Su polla dentro de mí, era como tener otro cuerpo independiente, dentro de mí. Y sentirlo moverse, vibrar. Nuestros cuerpos estaban reflejando la luz gracias al sudor que brotaba de nuestros cuerpos. Cada embestida de él, me provocaba escalofríos. Le pedí que parara un momento. Me puse de espaldas a él. Me puse en 4 patas solo para él. Ya no podía más. Le pedí que acabara de una vez. Y me dijo que sí. Se sacó la polla y me introdujo su pene en carne viva. Era una polla celestial. Brutal. Igual que el chorro de leche que me dejó muy adentro. Fue la única vez que lo escuché gritar. Se echó encima de mí, exhausto. Los dos jadeábamos como los perros después de una carrera. De una larga carrera. Nos acostamos boca arriba y nos pusimos de lado para vernos.- Me dejas sin palabras, le dije- Es que estás en muy buena forma, fue su respuesta- Cómo lo haces? Hay tíos de mi edad que no tienen ni la mitad del empuje ni las ganas de follar que tienes tú- Imagínate cómo era yo cuando tenía tu edad, me dijoPensar en aquella posibilidad me levantó nuevamente las ganas de amar. Mi polla se puso dura, y él lo notó.- Ven campeón. Ahora fóllame tú a mí, me dijoMe puse a ello. Busqué un condón de mi tamaño, pero no había. Me coloqué el lubricante y empecé a introducir mi polla en su ano. Lo puse todo de mi parte. Puse toda mi concentración, todas mis fuerzas y toda mi energía. Lo puse boca abajo. Lo puse en 4 patas. Me senté en el borde de la cama y lo puse frente a mí. Hasta lo follé de pie. Le hice todo lo que humanamente pude hacerle. Terminé eyaculando en su ano. Estremecido por el esfuerzo y por las ganas que tenía de hacerlo sentir a él. Al final, se quedó mirándome y esbozó una sonrisa.- Se nota que le has puesto ganas- Joder tío, no lo sabes tú bien, le dije.Nos echamos a reír. Era imposible dormir esa noche.Al día siguiente, yo me fui a mi trabajo y él se fue al suyo. Hicimos el desayuno entre los dos. Fue mi primer día de vida en pareja, por así decirlo. Lo llevé hasta su hotel, y nos despedimos con un beso. Quedamos para vernos esa tarde en el gimnasio.Yo esa misma tarde, tomé un vuelo-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------Han pasado dos años desde aquella noche frenética en la que nos conocimos.Estaba registrándome en el gimnasio donde nos habíamos conocido. Una recepcionista muy amable, me estaba mostrando las instalaciones, que por supuesto, yo ya conocía. Pasamos por los distintos salones: musculación, cardiovascular, spinning, bailes de salón.Me detuve en el salón de yoga.El tiempo también se detuvo.Él estaba ahí. Mi corazón empezó a palpitar igual que un caballo sin freno. Tuve que contenerme para que la recepcionista no se diera cuenta. Seguimos con el recorrido por aquellas instalaciones.- Y bien, por último, aquí tiene el vestuario de damas. Tiene un baño de vapor y armarios. También dispone de secadores para el cabello. Aquí tiene sus llaves. Bienvenida- Gracias, le dijeMe había hecho un cambio de sexo. Y ahora, soy una mujer culturista. Todavía conservo una buena cantidad de testosterona en mi cuerpo. Soy una mujer atractiva, pero al igual que me pasaba con mi vida como hombre, la gente me mira porque piensan que soy un trozo de carne ambulante. Sin vida propia, sin vida interior, sin mi propia belleza interior.Mi primer objetivo ya se había cumplido. El segundo también. Faltaba volver a encontrar a mi chef. Y seducirlo. Y enamorarlo.Me cambié la ropa y fui a la sala de musculación. Empecé con mi rutina de ejercicios, y había algunos hombres que se deleitaban mirándome. Estuve así un par de horas. Terminé mi rutina y me fui del gimnasio sin cambiarme de ropa.Había tomado la salida de la calle, buscando un taxi que me llevara hasta mi piso, cuando él pasó frente a mí en su nuevo SUV. Nos miramos por un momento y se detuvo. Me llamó para que me subiera al coche. Lo hice.- Gracias, no pensé que?- Nada. Yo también sé que es difícil conseguir un taxi según a qué horas- Y más para una mujer sola, como yo- No es por nada, pero aquí el que se siente amenazado soy yo, me dijo.- No tienes que preocuparte de nada. No soy agresiva- Yo tampoco. Nos miramos fijamente por un buen rato. Me tocó romper el silencio.- Vamos a ir a algún sitio o nos quedamos aquí?- Vamos a mi casa, me dijo él.- VamosAquello era una repetición de aquella noche que pasamos juntos cuando era hombre. Fue de esa manera que descubrí que él es bisexual. También descubrí que yo también lo era.Estaba deseosa de que me llevara hasta su habitación y de que folláramos otra vez.- Ven conmigo, me dijo- Adónde me llevas?, pregunté- A un sitio que te va a gustarCuando tomó mi mano, volví a recordar aquella sublime sensación que me hizo sentir cuando nos tuvimos los dos. Me llevó hasta su habitación y me desnudó. Pude oponerme pero no lo hice. Lo desnudé y pude ver otra vez aquella maravilla universal que es su sexo. Circuncidado, robusto, con vellos. Yo me puse boca arriba y entre los dos hicimos el 69. Mi clítoris nunca había estado en contacto con una lengua como la suya. Me hacía sentir auténticos temblores cada vez que su lengua hacía travesuras con mi clítoris. Me introdujo sus dedos en mi vagina, virgen hasta ese momento. Yo empezaba a sentirme lubricada con cada movimiento que hacía sus dedos dentro de mí. Yo chupaba su polla, que ahora era más descomunal que en aquella noche cuando nos conocimos. Chupaba sus huevos, peludos y duros por toda la testosterona que llevaban. Lubriqué mis dedos y se los introduje por el ano para jugar con su próstata. Me quería comer el coño con su boca. Con sus manos apretaba mis muslos, firmes, bronceados y venosos. Yo apretaba sus piernas velludas, aceradas, torneadas y musculosas. Llegó un momento en que le dije:- Penétrame, por favor. Ya no aguanto más.Así lo hizo. Me puso en 4 patas y me penetró por delante y por detrás. Sentí su cuerpo velludo encima del mío. Me puso frente a él, y me volvió loca jugando con mis tetas firmes, redondas y con los pezones henchidos de sangre y de ganas de amar. Se acostó y me dejó que lo cabalgara sin límite de tiempo. Me pegó nalgadas. Me agarró por mis muslos y dejó mi coño pegado a su polla hasta que los dos caímos extenuados en un orgasmo simultáneo, como los otros. Ahora era yo la que estaba encima de él. Eran mis manos y mis uñas pintadas de rojo carmesí las que tocaban sus hombros, más grandes y musculados que hace dos años.Nos fue imposible dormir esa noche.Fuimos a la piscina y allí también seguimos follando hasta que nos iluminó el amanecer.Luego nos acostamos a dormir.Yo estaba satisfecha por primera vez en la vida. Me había entregado no una, sino dos veces al mismo hombre y me había dejado sin palabras. A pesar de sus 50 años, tenía un poder sexual inmenso. Llegué a la misma conclusión a la que había llegado un par de años antes: Él es el hombre con el que quiero compartir mi vida.Y ahora, como mujer musculada que soy, todo es más fácil. Para nosotros dos.