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Con la vieja de mi camarada

 
Post #1


Con la vieja de mi camaradaPorque hay cosas que no se deben presumir ni a los amigos...Paty Alameda era la vieja más chida de la colonia, me cae de madre que sí. Pinches teleras que se carga, bien bonitas, paraditas y suavecitas, como para embarrarles el guacamole por en medio de ellas. Y esas tetas, ¡no chingues!, de agasajo, y completamente naturales, dadas por Dios y no por la mano del cirujano.Lástima que por mucho tiempo estuvo prohibida para mí, pues era la funda del buen Emilio, mi mejor amigo desde la primaria.El cabrón na?mas se la pasaba coge que coge con su flaca y a mí me llenaba de envidia; y cómo no, si me lo contaba con lujo de detalle:?Ayer nada más llegué y que le digo, ni te los subas. Y es que se estaba poniendo los calzones. Ay es que me acabo de bañar, y ya se me hizo tarde pa?l trabajo; que me dice. Nada, que le digo, avisas que estás enferma o a ver que chingados pero no te me vas sin tu cogida mañanera. Y que me la chingo.?Puta, y eso era cuento de todos los días. Diario, diario, el pinche Emilio me contaba cómo se cogía a su vieja y... claro, cómo chingados no, me encendió las ganas. Ya me moría por chingármela yo también.?No, es que le hiede bien rico allá abajo...?, y yo nomás imaginando cómo le olería la panocha.?¡Puta!, es que si vieras cómo chupa?, y yo no quería ver sino sentir.?...le encanta que se la resbale por entre las tetas, las tiene bien suavecitas?, y, ay carajo, mi verga se ponía a punto.Mientras me describía cómo muelleaban, ella patas pa? arriba y él encima, con las piernas de ella sobre los hombros de aquél, y ella no dejando de gemir; yo nomás me imaginaba ser quien estuviera bien trabado con la Patricia. Y luego ¡Plaff! ¡Plaff! ¡Plaff...!, metérsela hasta el fondo. Y luego voltearla para ponerla en cuclillas y darle de ranita. Los dos haciendo sentadillas, ella sobre la cama, y yo sobre ella. Luego tirarla para delante y así hacer que parara bien su colita. Así, bien paradita de rabo, como perrito atropellado por la cabeza, con su cara bien hundida en el colchón, y hacerla que lo mordiera de puro gusto, me cae de madre que sí.Tanto Emilio y yo chambeábamos en el volante por aquellos días. Éramos choferes de la ruta 32, de allá de Iztacalco. Y era por eso que todos los días nos veíamos y me contaba de sus agasajos con la Paty.No faltaba que me invitara a su casa, para tomar unas chelas y ver el partido, y yo, nada pendejo, nunca faltaba.Con gusto llevaba unos six y la botana, con tal de ser bien recibido en la casa de mi camarada. Ahí veía a la incitadora de mis chaquetas.Mientras hacía como que escuchaba las pendejadas que me contaba Emilio, yo no dejaba de apreciarle las nalgas a su mujer. Qué pinche buena se veía en su vestidito corto y entallado, agachándose por cualquier cosa en la cocina. Incluso hasta en pants se veía buena. Porque eso sí, hacía ejercicio; no por nada se mantenía bien sabrosa. No era de esas que andan en pants nomás por fodongas, y que hasta tres lonjas tienen. No, la Paty se iba al parque a correr y, hasta en fachas, se le veían bien buenas las carnes.Pinches ganas de agarrarla de ahí; sobarle los cachetes traseros, amasárselos cual masa de nixtamal y luego, ya de plano, bajarle los pantalones ahí mismo, a la vista de su marido. Qué cara pondría ese pendejo, pensaba.?Qué, de qué te ríes?, me decía Emilio, en esas veces en que me ganaba la risa de mis cochinos pensamientos.?Nada, de una pendejada?, le decía, y luego le cambiaba el tema.Pues bueno, el pendejo de mi amigo no se conformaba con lo que tenía en casa. El muy cabrón andaba de ligón con cualquier pendeja que se subiera al asiento delantero de la combi. Y no faltaban.A pesar de tener en casa a una de las mujeres más sabrosas del rumbo, el muy idiota se metía hasta con quinceañeras. Total, siempre hay ofrecidas de ese tipo que, en vez de ir a la escuela y hacer algo de provecho, andan de calentonas precoces. Pinches escuintlas.Total que quiso la buena voluntad que un día de esos, en que subió a una chamaca así a su lado, se distrajera el muy pendejo, y chocó con todo y pasaje.Por supuesto que no faltó el que sacó su celular y lo grabó, poniéndolo en evidencia y denunciándolo por su irresponsable conducta. Metiéndolo en un escándalo que salió hasta en las noticias. Lo metieron preso, pues.Claro que Patricia se encabronó con él, y ?por su pollo? que yo, nada pendejo, lo aproveché.En cuanto pude, fui a casa de Paty, a consolarla.?Parece mentira... el muy desgraciado... ¿cómo pudo? ¡Con una pinche escuintla! ?se lamentaba la Paty, y yo, en tono consolador, le respondía:?Todavía no puedo creer que Emilio haiga hecho algo así.Incluso la acompañé a visitarlo. La esperaba afuera. Ella salía diciendo pestes de aquél y yo aprovechaba a consolarla.La seguí visitando frecuentemente, siempre llevándole algo. Hasta le daba varo a la quincena, para que se ayudara en el gasto.?Ay manito, gracias ?me decía, y me abrazaba.Su tono de voz ya me daba confianza, así que...Un día que llevé unas chelas nos pusimos a beber en su cantón.Ya japis, que me le voy encima y la abrazo.?Te estimo un chingo Paty ?que le digo.?Yo igual manito ?ella me correspondió, aún como carnalita, pero yo......que le doy la vuelta y ¡Zas! Que le encajo el bulto por detrás, pegando mi cosa entre sus nalgas. ¡Puta madre!, hasta la levanté del suelo, me cae de madre.?No espérate ?todavía me dijo.?Es que quiero todo contigo Paty, me gustas mucho ?le insistí, y que la estrecho más contra mi cuerpo.Y cuando empecé a sentir que se derretía, la puse cara contra la pared y que le levanto la falda.¡Puta, pinches carnales! La manoseada que les metí a esos muslos y a esas nalgas. Los magullé hasta donde quise. Ella aún decía ?no?, pero cada vez más leve y más agitada, hasta que esos sonidos fueron más gemidos que palabras.Cuando le metí los dedos a la panocha, haciendo a un lado su tanguita, ¡...puta!, no mamen, estaba bien mojada de ahí. Estaba pero si escurriendo. Ella también lo deseaba.En ese momento no aguanté más y que me saco la reata para metérsela a ella.Puta madre, resbaló, pero si bien bonito. Suave, pero bien apretadito. Y calientito como ni se lo imaginan.La penetré muy despacio, pues quería saborear el momento; por fin estaba dentro de Patricia Alameda y me sentía el más afortunado. Así cogimos parados.?Gracias Paty ?le dije en el mete y saque, sinceramente.Ella nomás gemía.Estoy seguro que la Paty terminó, mucho antes que yo siquiera sintiera cerca la venida. Tras llenarle la vagina con mis mecos le pedí el chiquito y, sin mucho p**o, ella lo aflojó.Allí mismo, en el cuarto que antes compartía con Emilio, le metí mi verga atravesándole el anillo; el triste, como le decía mi abuela. Supongo que así le llamaba porque está todo fruncido y prieto. Yo, sin embargo, se lo dejé bien holgado y rosado a la sabrosa de Paty. Pinche vieja tan más pinche gemidora, me cae de madre. Qué rico gime la cabrona. Y cómo le temblaron las piernitas, cual becerro recién parido.?¡Ay mamá, mis piernas! ?gritaba.La muy cabrona parecía teodolito, apoyado en tres patas; las dos suyas y mi verga como la tercera del tripié.Como no sólo de semen vive la hembra, le seguí dando su gasto a la Paty hasta que salió el amigo Emilio de presidio. No me arrepiento, ni me duele, porque me la ensarté todo ese tiempo. En aquellos días que le seguimos dando gusto al cuerpo, la pasamos muy bien los dos. Pese a ello la Paty seguía bien resentida con su marido así que, en alguna de esas, se grababa así misma siendo penetrada con su celular.Nunca me grabó la cara, de eso me previne, no por una calentura iba a romper una amistad de tantos años. Sólo se veía mi verga bien metida en su panocha o su culo. Supuse que algún día se lo enseñaría a su marido para desquitarse, pero hasta ahora parece que aún se lo reserva.?Sí, mi mujer es una santa. Oye y gracias por ayudarle, ya me dijo que la apoyaste con los gastos. No sé cómo, pero te juro que te voy a reponer ese varo ?me dijo, mientras nos echábamos unas chelas.?Ah, ni lo digas, para eso estamos los amigos, ¿qué no??No pues gracias carnal.?Así que no te ha dicho nada ?insistí de morboso, pa? ver qué me contestaba.?No, si vieras. Pico cerrado, no me ha reclamado nada desde que regresé. Haz de cuenta que nada pasó.?Sí, mira que perdonarte esa burrada, digo, discúlpame, pero...?No, si sí tienes razón. Fue una pendejada.?No pues, a la salud de tu mujer ?le dije y choqué la lata de Tecate con la suya.?A su salud, pinche mujer más buena que tengo.«Vaya que está bien buena», me dije para mis adentros, pensando en las buenas ensartadas que le había dado.FIN
02-14-2022, at 02:07 PM
Alýntý
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